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miércoles, 4 de marzo de 2009

ESTAR O SER DESOCUPADO: DEL DES-EXISTIR A LA SUBJETIVACIÓN *


Por Dr. Hector Krakov *
La temática de la desocupación, que exponen los pacientes en sus tratamientos, se nos impone cada vez más y nos obliga a intentar dar cuenta de un problema actual acuciante que campea en nuestros consultorios.
Como psicoanalista me veo convocado a reconocer los alcances del impacto personal del estar desocupado y también a poder ayudar a mis pacientes, sean estos individuales o parejas, a desentrañar el entramado paralizante en el que se encuentran.


Tuve muy presente en estos meses lo que se dio en llamar, como metáfora social, el "efecto Titanic". Pero no solo porque se usaba el hundimiento de un gran barco de lujo para dar cuenta del fin de un momento socioeconómico del país, denominado "la fiesta". Se quería aludir también con el ejemplo a que éramos usuarios de una construcción ilusoria que parecía invulnerable, y que al hundirse amenazaba con arrastrastrarnos a todos por efecto de la succión.
Pero a mi entender, también la "situación Titanic" implica la escalofriante evidencia de saber que no hay botes para todos; y el contacto, a veces intuitivo con esta idea, es lo que genera el sentimiento más angustiante en quien lo padece. La convicción es que solo se salvarán algunos, quienes tengan un lugar en un ámbito seguro [la empresa?]
A diferencia de otras situaciones y por tratarse de un hecho lo suficientemente generalizado, inclusive a nivel mundial, la temática de la desocupación o el desempleo no genera gran actividad autorecriminatoria. Los pacientes se recriminan menos que en otras situaciones porque no se sienten responsables de padecer lo que les ocurre. Tienen más bien la sensación de que les pasó algo del orden de un fenómeno de la naturaleza (un tornado o un terremoto). Algo externo a ellos que arrasó, o lo hará, con todo lo que habían conseguido construir como ámbitos de resguardo y seguridad.
Sin embargo no por ello deja de aparecer, en los que fueron despedidos de una empresa, el sentimiento de haber sido considerados "un lastre", del que fue necesario desprenderse para que la empresa siguiera subsistiendo.
Esta vivencia de lastre genera un fuerte sentimiento de venganza que estimula la expectativa de ser contratados por otra en un cargo similar o mejor del que tenían y poder decirles entonces a los responsables de su despido, en un encuentro imaginario "Vieron idiotas que se equivocaron al echarme".
Sin embargo una profunda decepción y parálisis se va instalando, en los que buscan reinsertarse en una trama similar a la que fueron despedidos, cuando va pasando el tiempo y las distintas búsquedas no dan un resultado positivo.
El impacto sobre el matrimonio es inevitable y la gama de reacciones es variada.
Me interesa centrarme en aquellos casos en los que el desempleo estimula un conflicto de pareja, al remarcar características de ambos, que antes de tal situación laboral se tramitaban como parte de la vida cotidiana. Para ello voy a describir una ejemplo prototípico: él se ha quedado sin trabajo y vienen a la consulta de pareja por la dificultades en la convivencia desencadenada por el despido. Padecen dificultades en la cotidianeidad, incluso en la vida sexual; él está muy deprimido y ella no sabe ya cómo ayudarlo.
En un primer momento, cercano al despido, la pareja trata de procesar el impacto y la expectativa es recuperar en lo posible un cargo acorde a la profesión de él, que se ha quedado sin empleo. Ayuda en ese sentido la indemnización económica que permite mantener durante un cierto tiempo la impresión que se seguía cobrando un sueldo.
Pero luego de un par de meses de búsqueda infructuosa el desaliento cunde y la parálisis amenaza con instalarse. En ese punto ella, apelando a un rasgo vital, propone que hasta tanto él consiga algo como lo que tenía y está buscando, se dediquen a hacer alguna actividad juntos que implique reinsertarse en el circuito productivo y por lo tanto genere ingresos. O quizás sea algo que lleve adelante él solo: "Un quiosco, no sé...algo". Vislumbra que lo fundamental es zafar de las garras de la parálisis que se entrevee. ¿Qué le pasa a él?. Es un profesional. Evalúa su situación remarcando cómo optimizar sus recursos y posibilidades. Se piensa formando parte de una estructura y descree que pueda rendir demasiado por fuera de ella. Los argumentos son más que atendibles y convincentes. Sigue en la búsqueda.
Sin embargo algo pesquiza ella que la pone tan alerta y dispuesta a motorizar una salida, "la que sea". Ambos no lo saben conscientemente, pero intuyen que él padece de lo que ha dado en llamar "des-existencia". No sólo se ha quedado sin trabajo; está claro que ello haría referencia solo al hacer. El despido lo ha impactado en su condición de ser, le ha lesionado su constitución subjetiva: no es más un ejecutivo, y con ello ha sido arrojado a des-existir. La des-existencia implica un proceso de des-subjetivación. Por lo cual el tener una ocupación no supone solamente realizar una tarea. Estar ocupado también significa ocupar un lugar en una sistema o estructura desde el cual se es un sujeto, en el doble sentido: cada cual está sujetado al sistema y al mismo tiempo la relación con los otros le instituye subjetividad. Por eso la pérdida del lugar que subjetiviza es vivida de un modo cercano a sentirse un "muerto-vivo" .
Es también la razón más preocupante para la vida matrimonial, seguramente el motivo latente de consulta, y el desafío terapéutico central en tanto implicará ayudar al des-existente a que consiga ser nuevamente sujeto, siendo otro con otros.
*FUENTE: http://www.enigmapsi.com.ar